10 cosas que debes saber sobre los atributos inmutables de Dios


Este artículo es parte de la serie 10 cosas que debe saber.

1. Describen cómo Dios no es como nosotros.

Sus atributos intangibles le pertenecen solo a él. Son leales a él ya nadie más. Debemos tomar conciencia de su inmensidad, de su incomprensibilidad, de su autosostenibilidad, de su autosuficiencia, de su eternidad, de su transitoriedad, de su omnipresencia, de su omnisciencia, de su omnipotencia y de su soberanía: “¿Quién como Tú, oh Señor, entre los ¿Dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en bendiciones, maravilloso en hechos gloriosos, hacedor de prodigios? (Éxodo 15:11)

2. No conocen fronteras.

Todo lo que es cierto sobre la naturaleza y el carácter de Dios es infinitamente cierto. Es infinitamente creativo, infinitamente unificado, infinito en el tiempo. Dios no conoce límites a su presencia, conocimiento, poder o autoridad.

3. Nos muestran nuestros límites.

Cuando pensamos en lo ilimitado de Dios, vemos nuestros propios límites más claramente. Somos más capaces de reconocer dónde estamos tratando de jugar con Dios en una relación o circunstancia. Humillados por la comparación, volvemos nuestros corazones a la sumisión.

4. No nos importa recitarlos.

Podemos y debemos imitar las cualidades imparciales de Dios. Mediante el poder del Espíritu, podemos aprender a ser misericordiosos, amorosos, sufridos y bondadosos. Pero uno no debe atribuir o imitar sus cualidades intangibles. No estamos hechos para la omnisciencia. No tenemos derecho a la omnipotencia. No debemos buscar la autosuficiencia. Hacerlo es tomar lo que tiene y causar un desastre.

5. Desafían nuestro entendimiento.

Debido a que Dios es infinito y nosotros somos finitos, nuestra capacidad para conocerlo es limitada. No conocemos nada ni nadie que sea infinito, por lo que es difícil encontrar puntos de comparación que nos ayuden a entender sus propiedades. Sin embargo, se pueden entender mucho en la Biblia. Contiene todo el conocimiento necesario para la vida y la piedad, y vale la pena entenderlo.

Debido a que Dios es infinito y nosotros somos finitos, nuestra capacidad para conocerlo es limitada.

6. Cambian la forma en que leemos la Biblia.

Cuando estudiamos la verdad acerca de Dios, comenzamos a ver Su carácter revelado desde diferentes perspectivas cada vez que leemos Su Palabra. Somos capaces de interpretar textos en el contexto de quién es Dios. La ley proclama su soberanía. La historia del Éxodo explica su omnipotencia. La historia de la creación explica su autoexistencia y eternidad.

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7. Nos enseñan a confiar en Dios.

Cuando vemos hasta qué punto Dios está calificado para mantener y controlar Su creación, le damos el control. Ya no competimos con nuestro creador y aprendemos a confiar en cosas más allá de nuestra capacidad y comprensión.

8. Fomentan la adoración adecuada.

Cuando reflexionamos sobre Dios por lo que Él es, ofrecemos adoración aceptable con reverencia y asombro (Hebreos 12:28-29). Nos damos cuenta de nuevo que debemos adorar a otros dioses porque no hay otros dioses. Sobresale solo. Él es digno de sacrificio y adoración.

Jen Wilkins

Esta exploración de diez características que solo pertenecen a Dios nos recuerda por qué nuestras limitaciones son algo bueno frente a lo ilimitado de Dios: celebrar la libertad que proviene de dejar que Dios sea Dios.

9. Nos enseñan a odiar el pecado.

Cuando entendemos el carácter de Dios en toda su gloria, vemos nuestros pecados bajo una nueva luz. Entendemos mejor lo que significa que nuestro pecado nos impide «alcanzar la gloria de Dios». Como Isaías, respondemos a la alta y orgullosa visión de Dios con confesión y arrepentimiento.

10. Nos enseñan a amar al prójimo.

Cuando vemos a Dios como el objeto principal de nuestro afecto, podemos dejar de pedirle a otros que sean nuestro Dios. No solo estamos aprendiendo a aceptar nuestras propias limitaciones, también estamos aprendiendo a aceptar las limitaciones de los demás. Cuando reconocemos que no necesitamos a nuestro prójimo para salvarnos, podemos darle libremente el amor incondicional que nos ha dado a través de la obra milagrosa de redención de Cristo.




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