El Evangelio de Malaquías
Este artículo es parte de la serie Cristo en todas las Escrituras.
La gracia selectiva de Dios
Hay seis oráculos (o disputas) en el libro de Malaquías, cada uno de ellos comienza con una palabra del pueblo, a la que el Señor responde por medio de su profeta. La mayoría de estos oráculos buscan reprensión. Llama la atención, sin embargo, que el Señor, antes de dar consejos al pueblo, comenzará por declararles su amor selectivo, razón por la cual vive después del juicio de los cautivos (1, 2). No escogió a su antepasado Jacob como antepasado de su pueblo por sus buenas obras, sino a pesar de su pecado. Asimismo, sus pecados no pueden hacer que Dios deje de amarlos. Sin embargo, los no elegidos serán juzgados por sus pecados irremediables, como lo muestra claramente el destino de los descendientes de Esaú (Edom).
Nuestra obediencia al arrepentimiento no es el remedio final para nuestros pecados, sino la venida del Señor a Su templo.
Nosotros también somos elegidos para ser miembros de Dios, no sobre la base de nuestras obras, sino simplemente por la gracia de elección de Dios en Cristo (Efesios 1:4-6). Así que no podemos pecar para escapar del amor de Dios. Pero al mismo tiempo, hemos sido escogidos para ser santos e irreprensibles (Efesios 1:4), no solo en posición sino también en práctica. Por lo tanto, Dios castiga nuestros pecados con Su Palabra, pidiéndonos que nos arrepintamos sinceramente y nos volvamos a Él para recibir perdón.
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Y, sin embargo, nuestra obediencia de arrepentimiento no es el remedio final para nuestros pecados, sino la venida del Señor a su templo (Mal. 3:1). Nuestra propia justicia no puede resistir la revelación que traerá ese día, más de lo que la escoria puede sobrevivir al fuego de la refinería, o la escoria de la lavandería puede resistir (Mal. 3:2). Necesitamos la integridad de otra persona si vamos a resistir ese día, y eso es exactamente lo que Dios nos da en el evangelio. En consecuencia, el día de la venida del Señor no será un horno ardiente y destructor de temor para los creyentes, sino un sol resplandeciente de justicia que se levantará ante nosotros para nuestra sanidad (Mal. 4:1-2). Porque en Jesús Dios viene a su templo – no la edificación del templo, sino el templo del propio cuerpo de Cristo – somos nosotros. La gente puede volver a encontrarse con Dios allí.
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