¿Está mal que un cristiano esté deprimido?



La depresión es difícil de definir porque se manifiesta a través de diferentes síntomas. En general, la depresión es un estado de tristeza constante en el que una persona pierde interés y energía para hacer las cosas que solía disfrutar. Las personas pueden ser diagnosticadas con depresión clínica a medida que se vuelve más severa y duradera. Los desequilibrios químicos en el cuerpo, los eventos traumáticos, las circunstancias difíciles de la vida, la culpa por el pecado y las mentiras de Satanás pueden causar depresión. La depresión tiende a desarrollarse emocional y biológicamente, por lo que es difícil escapar.

La depresión es un tema controvertido en la iglesia cristiana. Algunas personas afirman que es un pecado decir que una persona deprimida no confía en el amor y la bondad de Dios o en Sus promesas de sanidad y libertad. Algunos piensan que la depresión es un castigo de Dios. Por otro lado, algunos descartan la depresión como una condición puramente médica causada por desequilibrios químicos en el cuerpo. Aún así, otros caen en algún punto intermedio, dejando a los cristianos deprimidos en un espacio incómodo de confusión, culpa y aislamiento.

A lo largo de la Biblia vemos ejemplos de hombres y mujeres de Dios que sufren de dolor. Tanto Moisés como Elías realizaron grandes milagros en el nombre de Dios, pero ambos mostraron el deseo de morir antes que continuar viviendo en sus difíciles circunstancias (Números 11:15; 1 Reyes 19:3-5). David, a quien a menudo se le llama un hombre conforme al corazón de Dios, estuvo muy triste durante su vida. En los Salmos expresó su angustia ante Dios: «Has contado mis sufrimientos; pon mis lágrimas en tu redoma, ¿no están en tu libro?» (Salmo 56:8). Incluso Jesús estaba muy triste, incluso cuando murió su amigo Lázaro (Juan 11:35). Algunos de ellos fueron liberados de su sufrimiento como Job (42:10-17), mientras que otros como Pablo (2 Corintios 12:7) continuaron sufriendo durante toda su vida.

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La depresión no es un pecado. De hecho, Dios quiere consolar a los deprimidos, sin importar la causa de la depresión. Sin embargo, si una persona sucumbe a la depresión y le permite controlar sus acciones, puede llevar al pecado. Cuando los cristianos se enfrentan a la depresión, primero deben presentarla ante Dios. Eso significa ser honesto acerca de la situación y dejar entrar a Dios. Le permitimos ver nuestros corazones, sanar nuestras heridas y perdonar nuestros pecados. Te invitamos en tu Palabra ya través de la oración. Dios es la verdadera cura para la depresión.

Otra clave para superar la depresión es mantenerse en contacto con la comunidad divina. Parte del propósito de la iglesia es edificarnos unos a otros y consolarnos unos a otros en tiempos difíciles (Hebreos 10:24-25; Romanos 12:15; 2 Corintios 1:3-4). Aquellos que están deprimidos a menudo se aíslan, pero el dolor no tiene la intención de ayudar. Ciertamente, un cristiano deprimido no necesita compartir su historia con todos los que conoce o asistir a todos los eventos sociales, pero es importante mantenerse conectado con algunos amigos piadosos y confiables. También es importante cuidar bien su salud física a través de cosas como una nutrición adecuada y ejercicio.

Otras formas de tratamiento para la depresión son útiles en el proceso de curación. Cosas como una reunión con un consejero o tal vez la medicación han demostrado ser útiles para controlar y superar la depresión. Por sí solas, estas cosas solo ponen un vendaje sobre la herida. Con Dios, se convierten en instrumentos que Él usa para nutrirnos y sanarnos.

Para algunas personas, la depresión solo puede durar una temporada. Para otros, aunque la intensidad de la lucha varía, puede durar toda la vida. Independientemente de la situación, Dios puede ayudarnos a superarla. Lo importante es que aquellos que se enfrentan a la depresión están luchando y tratando de vivir una vida definida por el gozo y la fuerza de Dios.

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Dios es la fuente última de nuestro gozo, que a diferencia de la felicidad no es una emoción basada en las circunstancias, sino que está enraizada en la presencia del Espíritu Santo que vive en nosotros. Puedes estar triste y ser feliz. Los cristianos no debemos negar las difíciles realidades de vivir en un mundo caído y quebrantado, pero también enfrentamos esas realidades conociendo la verdad de la victoria final de Dios y nuestra esperanza y seguridad en Cristo. Jesús mismo dijo: «Estas cosas os he dicho para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).

El rey David es un gran ejemplo a seguir para nosotros. A causa de su pecado de cometer adulterio con Betsabé y matar a su esposo Urías, el hijo de David y Betsabé murió. David luchó con muchas emociones difíciles, incluida la culpa por su pecado y la angustia por perder a su hijo. Hizo duelo por su hijo cuando se estaba muriendo, pero cuando murió, David se levantó del suelo, se bañó e hizo el amor con su esposa Betsabé. Suena un poco loco, ¿verdad? Pues lo que David nos muestra es que debemos seguir alabando a Dios y viviendo la vida que él tiene planeada para nosotros, aún en medio de una gran tristeza. La depresión no es un pecado, pero puede hacer que una persona no viva la vida de la manera en que Dios la diseñó. Los cristianos no deben dejar que la depresión defina quiénes son, sino dejar que su relación con Dios defina cómo viven sus vidas.

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